El Via Crucis del emprendedor

Por Alex Martínez Moreno

Cuando les contaba que había salido de la agencia para emprender mi propio proyecto, mucha gente coincidía en una primera apreciación: «¡Qué valiente!»

Sí, era el director general y máximo responsable creativo de un agencia de publicidad multinacional (J. Walter Thompson) y lo lógico a mis 50 quizá fuera seguir fosilizándome allí, pero sinceramente nunca he considerado la valentía como una razón para dar este paso y, puestos a pensar, se me ocurren un montón de motivos: Ilusión. Necesidad de aire. Un nuevo objetivo. Expandir mis límites profesionales. Afrontar nuevos retos. Construir por mí y para mí. Explorar. Trabajar solo con gente estimulante. Crecer. Ser el dueño de mi agenda.  Probar otra fórmula que la conocida como agencia de publicidad. Liberarme. Sentir la energía fluyendo de nuevo por mis venas. Salir de la zona de confort. Experimentar. Hacer las cosas de otra forma. Arriesgarme. Vivir cosas nuevas. Volver a disfrutar trabajando…

Pero ahora que ya tengo constituida mi propia empresa empiezo a entender el rol de la valentía. Creedme, jamás me hubiera imaginado que emprender en este país fuera tan rematadamente complicado y desesperante.

Vivimos en la era de la información, donde todo está al alcance de un click. ¡Y vaya si lo está! Pero la suma de ineficiencias endémicas de las distintas administraciones del Estado, históricamente desconectadas entre sí, añadido a la cantidad de trámites absurdos que estás obligado a padecer en un laberinto de idas y venidas, on y off line, sazonado por algún que otro funcionario con vinagre en las venas, hacen que emprender sea un auténtico Via Crucis que parece expresamente ideado para poner a prueba tu fe en tu proyecto.

Escuchas que en otros países todo el proceso se soluciona con un click, pero este es el país de don Mariano. No sólo el de Rajoy, sino el de Larra y su «Vuelva usted mañana». O, en versión actualizada, «vuelva a pedir cita previa».

Es desesperante. Mucho. Y es inevitable pensar que lo es a propósito, por algún sombrío motivo. Quizá a alguien le guste jugar al pinball con nosotros mientras nos quita el tiempo, el dinero y la paciencia. O quizá se quiera asegurar la subsistencia al gremio de gestores. O mantener ocupados a una cantidad absurda de funcionarios en una cantidad aún más absurda de instituciones públicas. Y a los notarios. Y a la Fábrica Nacional de la Moneda y Timbre… Sí amigos, también hay que pasar por la FNMT -previo pago de sus tasas- para conseguir un certificado electrónico sin el cual las Administraciones se cierran como almejas. (Ah, el certificado se autodestruye, como los mensajes de la TIA a Mortadelo y Filemón, y a los dos años tienes que volver a pasar por caja).

Me dicen que yo aún he salido bien parado, porque iba bien asesorado y porque afortunadamente existe la Cámara de Comercio y su increíble personal. Aleluya. Ya he salido del laberinto. Y con la ilusión intacta. Ahora solo queda trabajar.

Emprendedores de este país, mi más sincero reconocimiento. Hagáis lo que hagáis, no decaigáis. La Administración ha certificado una evidencia: sois unos valientes.

Amén.

 

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